viernes, 30 de diciembre de 2016

Para La Americana: Comunicado oficial

Para La Americana: Comunicado oficial




Departamento Gatuno Nacional
A 30 de Diciembre de 2016




Estimado vecinos:


Desde el Departamento Gatuno Nacional, queremos recordarles cordialmente una serie de requisitos a tener en cuenta durante estos días de celebración. Su función es la de anteponer la seguridad y el bienestar de sus congéneres a cuatro patas para unos festejos repletos de igualdad y respeto.
Así pues, les añadimos a continuación la lista de instrucciones prioritarias:
  • Prohibido el uso de guirnaldas no comestibles
  • Prohibido el uso de todo árbol, planta, adorno de plástico, cristal o material rompible con motivos festivos
  • Prohibido el uso de toda decoración con efecto deslumbrante o psicodélico
  • Prohibido el suministro de pienso barato
  • Prohibido apropiarse de las zonas de confort del gato (sofás, sillas, sillones, camas, cajas de cartón, envoltorios de regalos, periódicos, papel de burbuja, etc.)
  • Prohibido el uso de cualquier tipo de espray (en concreto purpurinas de diferente índole)
  • Prohibido el uso del dolby surround con los hits navideños y/o villancicos clásicos
  • Prohibido no recompensar al susodicho gato con la paga extra de navidad tras ausencias prolongadas
  • Prohibido no priorizar al gato antes que CUALQUIER otro bípedo
  • Prohibido introducir cualquier otro animal en la familia que pueda poner en peligro la supremacía del gato
  • Prohibido cualquier tipo de vestuario indebido que degrade la imagen gatuna
  • Prohibido cualquier fotografía del gato sin su anterior aprobación
  • Prohibida toda violación de los derechos constitucionales gatunos a manos de los menores de edad


Todo incumplimiento de estas simples directrices podrán ser penalizados, así como llevados ante un tribunal. NO quiera tener los gatos EN SU CONTRA.


Agrademos su sincera colaboración y les deseamos unas felices fiestas.





Para más información, visítenos en www.DGN.losgatosdominamoselmundo.com

domingo, 25 de diciembre de 2016

Mensaje Navideño


Para aquellos que lo viven en familia, con los amigos, con la amante o con la muñeca hinchable...


Para aquellos que prefieren la bebida, el baile, la música suave o la consola sin cable... 


¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!





jueves, 22 de diciembre de 2016

Para Lechu: El nuevo campeón de Runaterra (League of Legends)

Para Lechu: El nuevo campeón de Runaterra (League of Legends)







Lechu

El hermano maldito

Facción: Independiente

Posición predilecta: Jungla 

Categoría: Asesino


Historia

Lechu no era un niño como los demás. A su ya temprana edad, era capaz de ver más allá de lo que escondía la carne humana, escuchar susurros acerca de los secretos que residían bajo ella, aquello que todos pensaban y nadie decía. Sentía que era capaz de tocar el alma misma de las personas, hacer lo que quisiese con ellas sin mover ni un músculo, destrozarlas a su antojo. Sin embargo, se mantenía alejado de la multitud, asustado de que este poder oculto acabase con todos estos seres impuros que le rodeaban. Les odiaba a todos… se odiaba a sí mismo.

Convertido en el rarito del pueblo, era muchas veces tema de burlas y hasta de bromas de mal gusto. El odio crecía, pero lo aguantaba. Su madre, fiel protectora, se aseguraba de ello siempre con una sonrisa y unos brazos abiertos.

No obstante, alguien más había sido bendecido con este poder, alguien que no aceptaba con tanta facilidad las impurezas ajenas. Rebelde, agresivo, el hermano mayor de Lechu utilizaba hasta la última gota de sus capacidades para retorcer las mentes de los demás pueblerinos y así chantajearlos con mayor facilidad. Al contrario del menor, no aceptaba el cobijo maternal, sino justo lo contrario. Le reprochaba su estado, su forma de vivir, pero Lechu era demasiado pequeño para entenderlo. El odio seguía creciendo, en silencio.

No fue hasta una noche cuando la tragedia ocurrió. Su madre le sacó de la cama y lo vistió. Unas monedas en una bolsa de cuero, comida para unos cuantos días, se apresuró en prepararle mientras unos gritos atroces llegaban del exterior. Le puso alrededor de su cuello el colgante que la caracterizaba y huyó con él hasta el bosque más cercano. A lo lejos se vislumbraban antorchas, fuego y un ser fantasmal de tamaño gigantesco luchando contra la multitud enfurecida. Lechu no necesitaba verlo con sus propios ojos para saber quien controlaba a la criatura: su hermano. Él era igual, pues en él también residía una criatura deforme, un demonio del abismo.

Hijo de una antigua cobaya de los laboratorios de Zaun que había conseguido huir de sus carceleros, Lechu había heredado los genes mutados de su madre. Se dice igualmente que muchos años tuvieron que pasar, entre las sombras y el cobijo de las ramas de los árboles, para que alguien pudiese volver a ver el rostro ya adulto del niño desaparecido. Más fuerte, más poderoso, volvería al mundo de los impuros mortales para unirse a la Liga de las Leyendas y así cumplir con sus objetivos: encontrar al hermano que destrozó la familia, el hogar que recordaba y, sobre todo, acabar con los creadores de abominaciones, pues nadie se merecía un destino como el suyo.


Habilidades

Pasiva: El Odio

Lechu consta de una barra de odio. Cuanto más se va llenando la barra, más daño físico y velocidad de ataque gana. Sin embargo, el enfriamiento de sus habilidades aumenta en proporción al odio acumulado.

Q: Poder fraternal

Al recordar a su hermano mayor, Lechu libera al demonio que lleva dentro, un ser espectral que lucha por él y aumenta la barra de odio con cada ataque realizado. Al cuarto uso de Poder fraternal, un grito aterrador sale de la garganta de la criatura y paraliza al enemigo durante un segundo.

W: Conocimiento del abismo

El demonio interior de Lechu recrea una coraza que le protege de los ataques ajenos. Le hace pues invulnerable al primer ataque enemigo y reduce los daños sucesivos a la mitad durante unos cinco segundos. Aumenta la barra de odio. 

E: Honor de la familia

Dispuesto a encontrar a su hermano mayor a toda costa, Lechu acelera su velocidad de movimiento hasta el punto de volverse invisible al ojo humano durante un breve espacio de tiempo. Le permite así poder emboscar más fácilmente al enemigo. Aumenta la barra de odio.

R: Amor de madre

Al lanzar Amor de madre, Lechu agarra entre sus manos el colgante de su progenitora y libera el odio acumulado, lo que crea una onda que impacta y reduce la velocidad de movimiento de los enemigos a su alrededor. Por otro lado, Amor de madre reinicia la barra de Odio, lo que restablece el tiempo de enfriamiento de las habilidades, así como reduce el ataque físico y la velocidad de ataque.


Amigos

Zyra


Rivales

Warwick, Singed, Dr Mundo

domingo, 18 de diciembre de 2016

Para Kiwi Girl: Maid Café

Para Kiwi Girl: Maid Café




—¡Bienvenido a Crème Pâtissière! ¿Mesa para cuántos?

—U-uno, por favor.

—Por aquí.

Intentando esconder el sonrojo de sus mejillas con el cuello de su chaqueta, Hayato se dejó guiar por la atractiva nueva recluta de uno de los Maid Cafés más famosos de la zona. De haber sido una veterana, habría sabido inmediatamente que las visitas del joven adulto al local se hacían en solitario, hecho que agradecía por una simple razón.

—Le dejo la carta para que…

—Un trois chocolats y un café au lait —pidió sin pestañear con una voz tímida, pero segura.

La empleada le dirigió una sonrisa de cortesía.

—Muy bien. Enseguida le traigo su pedido.

«No hay prisa», habría añadido si la vergüenza se lo hubiese permitido.

Hayato no era fan de este tipo de establecimientos. Café de sirvientas donde el cliente era servido como amo y señor… Sin embargo, cierto era que los colores, el trato o el menú basado en repostería francesa aportaban a este lugar un toque mágico del que uno no quería liberarse.

No, él no estaba aquí para eso. Empezó a escanear la sala en busca de su verdadero objetivo. Delantal impecable, cabello castaño largo recogido en una coleta, una sonrisa en los labios… Sí… allí estaba su motivo de visita.

—Aquí tiene. Si necesita algo más, no dude en pedírmelo.

—Gracias.

Esperó a que la maid se alejase para sacar de su mochila una libreta, así como un set de lápices y bolígrafos. La abrió justo donde estaba el marcapáginas. Ahí, sobre un fondo blanco, una joven a medio dibujar había captado todo su talento como artista.

Acarició un extremo del papel con la yema de sus dedos.

Sakura… Compañera de clase que asistía a los mismos cursos de Bellas Artes que él. Demasiado hermosa para existir de verdad.

No, tampoco era de este tipo de depravados que perseguía a la chica de sus sueños en las callejuelas esperando una oportunidad para asediarla. Estaba simplemente… enamorado. Aun así, por más oportunidad que tuviese para confesarle su amor, dado que se conocían perfectamente, habían intercambiado teléfonos y algunos de sus amigos era a la vez los suyos, no lograba lanzarse. ¿Demasiado miedo al rechazo? Posiblemente. Ella era especial. Se merecía a alguien especial. No a un perdedor como él. 

No obstante, nada le impedía soñar.

Empezó a retocar los rasgos de la cara. Era siempre la parte más difícil pues era donde se reflejaba el alma de una persona. Un trazo mal hecho y le tocaría volver a empezar toda la zona. No le molestaba, más en un ambiente como este. Choux à la crème, mille crêpes, fondants au chocolat… Todo la hacía parecer una princesa en un castillo encantado. De pirata sobre el papel, con tatuaje, al natural… nada disminuía su belleza.

—Hola, Hayato. ¿Otra vez por aquí?

El joven cerró su libreta de golpe.

—Ho-hola, Sakura —respondió sin pensar.

No la había oído llegar. ¿Lo había visto? ¿Qué había visto?

Ella se inclinó hacia él.

—¿Tienes un minuto? —le susurró.

—Sí… claro.

Sakura se sentó y respiró hondo. De haber estado en su casa, se habría abierto completamente de piernas, con un vaso de bebida azucarada en una mano y unas patatas saladas en la otra, pero tenía que mantener la compostura. Hayato intentó esconder el atisbo de sonrisa que empezaba a aparecer en su cara.

—¿Un día duro? —aprovechó la pregunta para apartar la libreta sobre una silla conjunta y evitar cualquier curiosidad excesiva.

—Ya te digo. Los de la mesa tres, allí —añadió señalando con la cabeza sutilmente— son unos tocapelotas de primera.

—Esa boca…

Ella levantó una ceja. Vestida de sirvienta o no, nada podía esconder su peculiar personalidad. Eso la hacía aún más encantadora.

Hayato se espabiló.

—¿Qué ocurre?

—El martes me va a ser imposible ir a clase. Motivos familiares. —Sakura suspiró—. ¿Crees que podrías pasarme los apuntes? Te invito a lo que tú quieras la próxima vez. Lo juro.

Nuestro protagonista no desvió la mirada.

—No es necesario que…

—Insisto. No puedo pedir algo a cambio de nada.

—¡No me debes nada! —aseguró, eufórico en su interior de que le debiese un favor—. Además, somos amig…

El teléfono empezó a sonar en su bolsillo. Lo sacó.

—Perdona. Tengo que contestar.

—Adelante.

Y lo que llegó a ser euforia pasó a ser preocupación y nerviosismo. Sin colgar la llamada, empezó a recoger su material para guardarlo ante unos ojos femeninos intrigados. La cara de Hayato empezaba a mostrar cierta gravedad, por lo que ella acabó por levantarse y ayudarle a ponerse la chaqueta.

—Vete. —Le volvió a susurrar.

—La cuenta —le respondió él con la misma intensidad.

—Ya me encargo yo. Vete.

—Gracias.

Salió disparado sin mirar atrás al ser la prioridad otra en aquel momento. Ya volvería.




Ya más calmado, en su habitación, Hayato se tumbó sobre la cama. Vaya día… Nada excesivamente grave, al fin y al cabo, pero que te contactase el casero para decirte que el agua del cuarto de baño se estaba filtrando y estaba cayendo al piso del vecino inferior le había obligado a regresar corriendo al piso. El problema se solucionó a las pocas horas, mas la carrera que se había pegado le había dejado exhausto.

Se giró sobre un costado y atrapó la mochila junto al escritorio. Ver la cara de su ángel le devolvería fuerzas. 

Pero…

—Oh no… —Se puso de pie para vaciar el contenido sobre la cama sin piedad—. ¡Oh no!

No estaba. La libreta no estaba. En su salida precipitada, la había dejado en aquella estúpida silla al alcance de todos.

Apretó fuertemente una de sus manos contra su rostro. ¡¿Cómo podía ser tan estúpido?! Si alguien viese… si ella viese…

Atrapó el teléfono de rebote. Tenía que llamar. ¿O no? ¿Si llamaba no iba a ser peor? ¿Y si ella no tenía la libreta? Se pondría a buscarla y entonces vería… Esto no podía estar ocurriendo.

Una vibración en su mano lo sorprendió.

—No puede ser…

El nombre de la pantalla luminosa que tanto ansiaba le estaba llenando de un temor atroz. ¿Por qué el destino le estaba jugando una tan mala pasada? ¿Qué había hecho él de malo?

—¿Hayato? —La voz de Sakura sonó clara como el agua.

—Sí —contestó intentando no atascarse—. Soy yo.

—¿Todo bien? —preguntó ella preocupada—. Me refiero a lo de antes.

El joven pudo tranquilizarse. Era una llamada informativa.

—Sí —afirmó ya más calmado—. Un problema con el casero. Nada importante. Te devolveré el dinero mañana.

—No te preocupes por eso. —Pausó—. Hayato…

—Dime.

—Te olvidaste la libreta aquí.

El cuerpo calmado se volvió a tensar. Era su fin. El apocalipsis. Ya lo había visto y no podía pegar marcha atrás.

—¿Hayato?

—Sí, sí… Estoy aquí. Estoy aquí…

Se quedaron en silencio un momento… hasta que ella retomó la palabra.

—Ya lo sabía.

Nuestro protagonista levantó la cabeza repentinamente.

—¿Cómo?

—No eres muy bueno disimulando.

Su cara adoptó la pigmentación del tomate. ¿Qué podía decirle? Daba igual cómo lo plantease, a ojos de la sociedad parecía un maldito obseso. Sin embargo, ella ya lo sabía. ¿Por qué entonces no había dicho nada?

Tirados al agua, reunió suficiente coraje para preguntar por la continuación de, al menos, una posible amistad.

—¿Y ahora qué?

—¿Respecto a qué? —le interrogó sin maldad escondida.

—Lo nuestro. ¿Vas a… pedirme que me aleje?

—No —contestó ella con calidez—. Voy a pedirte que me invites a un café.


jueves, 15 de diciembre de 2016

Para Skysurfer: Conspiración en las sombras del Peñón

Para Skysurfer: Conspiración en las sombras del Peñón


(Esto es pura ficción y tiene un tono más humorístico que asesino. No lo intentaría en la vida real por miedo a las consecuencias XD)




—¿Lo has conseguido?

En la penumbra, una pantalla de teléfono se encendió.

—Estoy esperando la confirmación.

Mientras tanto, el silencio perduraba en el pequeño paraíso turístico de Calp. Vigilado por su gigante de piedra, el Peñón de Ifach, esta ya más ciudad que pueblo vivía su temporada baja al estar en pleno invierno. Esto, por otra parte, no había evitado que dos de los conspiradores se reuniesen en el frío de la noche para ultimar los detalles de su plan.

—Muy bien. Mañana a mediodía. Esperará la señal.

El conspirador número dos se frotó las manos para aportar algo de calor a su cuerpo.

—Como no aparezca…

—Siempre lo hace. Vendrá.

El energúmeno al que hacían referencia no era otro que el heredero al trono de uno de los imperios comerciales de lo que podía llegar a considerarse parte de la Costa Blanca. Engreído, tacaño, irrespetuoso con sus empleados, había conseguido desatar la ira de más de uno de ellos. Ansiosos por hacerle probar una dosis de su propia medicina, aguardaban el momento oportuno para su venganza, en las sombras.

Dado que el actual dueño, y padre del que llamaban entre ellos el gilipollas, no era el culpable fichado ni, de paso, el resto de la familia, nuestros conspiradores no podían tomar represalias contra el negocio en sí. Tenía que ser una venganza sutil, acorde a cómo les hacía sentir: basura.

¿Y si los pillaban? Ya qué más daba. No era la primera vez que amenazas con despidos habían aparecido entre gritos y quejas. Así, al menos, se irían por la puerta grande, pero no antes de cantarle las cuarenta a este chulo playa de poca monta.

—Contacta a los demás. Mañana será el gran día.

***

—¡Tienes que subir los precios!

—Pero si subimos los precios, seremos más caros que la competencia y las ventas caerán.

El gilipollas miró con desgana a su empleado.

—Si vendieseis mejor, no ocurriría. Deja de quejarte y ponte a trabajar, so vago.

De so vago no tenía nada pues, gracias a él, las ventas de esta tienda en particular habían acabado en positivo a finales de mes. Pero ya no más. La hora había llegado.

Sacó su teléfono del bolsillo.

—Adelante.

Fase uno: Desconcentrar.

—¡Jefe! ¡Al teléfono!

Fase dos: Disimular.

Enganchar al primer cliente de turno y darle tema de conversación.

Fase tres: Disfrutar.

Llamada acabada, el recado encargado al heredero debía de ser, por lo visto, lo suficientemente urgente para que se lanzara a por las llaves, la cartera y saliese disparado hacia el aparcamiento.

—¡Mi coche!

Efectivamente. Ningún coche a la vista. En vez de ello, un cubo y una pala de plástico para niños, un cocodrilo hinchable, dos capazos de arena, un flotador, así como una pelota de playa. Todo ello, sin ningún olvido, repartido de manera estratégica.

—¡Mi coche!

Nada… salvo una nota, pegada a la espalda del cocodrilo hinchable que le aguardaba con amor.

La arrancó con desprecio.

Ahora podrás ir a jugar con los de tu edad.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Para Bannar: Miss Sensuality

Para Bannar: Miss Sensuality




—¿Por qué?

—Porque era una provocadora. ¡Una guarra! No se merecía la fama que tenía. Miss Sensuality… ¡Miss Sensuality, mis cojones!

Detrás de la mesa de interrogatorios, el culpable había confesado. De todas maneras, de no haberlo hecho, no habría tenido escapatoria alguna. Las pruebas estaban en su contra.

Bannar salió de la sala y se frotó la cara. Estaba cansado, bajo de moral. ¿Cómo la gente podía llegar a ser tan…? Las palabras le faltaban. Demasiado cansado de este trabajo, de mantener el equilibrio y la justicia en una ciudad que no se lo merecía.

Miss Sensuality… Una de las Youtubers de moda que hacía furor entre adolescentes y jóvenes adultos, o no tan adultos. El asesino, un hombre caucásico de unos treinta y ocho años, había conseguido dar con su dirección, en principio desconocida al público. Internet… un mundo de falsa seguridad.

Escupió al suelo recordando el lugar del crimen. Ella, sentada ante su ordenador, vestida como una muñeca, peinada a la última, uñas perfectamente pintadas. Obviando el corte profundo en su garganta, cualquiera pudiera haber creído que la chica iba a realizar una nueva grabación. El asesino había forzado la puerta y ella se había defendido sin éxito. Ni tiempo había tenido de mandar una señal de socorro.

Si la hubieseis escuchado como lo hacía yo… Si la hubieseis conocido como la conocía… Habríais hecho lo mismo.

Horas después de haber sido violada, limpiada, vuelta a vestir, ya no quedaba nada, ni siquiera el olor de su perfume corporal en el aire. Miss Sensuality había desaparecido. De no haber sido por la cámara de una tienda cercana que captó al fugitivo y sangre seca sin limpiar del varón sobre uno de los pósters que decoraban la habitación, la muerte de esta jovencita habría caído en el olvido… al igual que una noticia en la Red después de años. Irónicamente se podía decir que una grabación la había vengado. El resto… marcas de arañazos en la piel masculina, un par de moratones… y caso cerrado al instante.

—Mierda de ciudad.

Sensualidad… Si al menos hubiese sido cuestión de eso… Escotada, maquillada hasta los topes… sus comentarios subiditos de tono rozando la pornografía verbal… Lo único que conseguía con ello era que un hombre se empalmara al igual que ojeando una revista para adultos y la dejara de lado una vez la paja acabada. ¿Sensualidad? No. Eso no era sensualidad. 

Era la presentación de un trozo de carne.

Esperando a que el semáforo se pusiese en verde, contempló a través de la ventanilla de su coche la vida nocturna que le rodeaba. Todas y cada una de aquellas luces… ¿Cuántas de ellas se apagarían en las futuras noches?

Sensualidad…

Una leve sonrisa se dibujó finalmente en sus labios. Bajó los párpados un par de segundos, solo para visualizarlo todo. Aquel pelo enmarañado… el contorno de su silueta…

Apretó el acelerador. Ya faltaba poco para llegar. ¿Adónde? Donde su corazón podía relajarse y excitarse al mismo tiempo. No, no todo era puramente sexual, aunque esta parte no restaba ni una pizca al ímpetu de regresar… Era todo lo demás. Era alguien especial… Alguien muy especial.

Se dejó atrapar del brazo y llevado sin objetar hasta el dormitorio, en silencio. Siempre en silencio. Con suavidad, sin prisa, le desabotonó la camisa. Un albornoz recubría su preciosa figura. Era tan tarde… y, en cambio, allí estaba, para él, sin rechistar.

—Ha sido un día muy largo.

Ella asintió con la cabeza para después poder remontar lentamente su garganta con la punta de la nariz. La abrazó… La protegió… Una mano serpenteó sin vergüenza debajo de la tela de aquel delgado albornoz y acarició la piel que allí residía. Unas miradas se cruzaron. Unos labios se enlazaron. Era muy tarde… pero nada le impediría probar el sabor de su boca una última vez, antes de dejar este mundo nauseabundo para alcanzar el de los sueños, junto a su ángel guardián.

Acopló su cuerpo al suyo una vez protegido por las sábanas. Su olor… su calor… No podía pedir más. No «quería» pedir más, salvo poder vivir un día más junto a ella, siempre ella… escuchando las palabras de una diosa sin voz, capaz de transmitir tanto y más, solo con su simple existencia. Tanto y más… tanto y más…

Las horas pasarían, la luz del día volvería y se marcharía. Sin embargo, regresaría, como cada vez, como cada noche, por este paraíso sobre la Tierra. Por esta mujer que tanto estimulaba sus sentidos… y «más» porque la amaba. Su razón para seguir adelante. Su motivo para adorar la vida con todas sus formas y locuras.

Ella sí era sensualidad.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Para Rudiguer: Cuaderno de Bitácora

Para Rudiguer: Cuaderno de Bitácora


(Esta historia es corta. Ya te escribiré una más larga.)


Día 23 de la Nueva Luna



Faltan dos días para que La Hacedora de Viudas llegue al puerto de Meriada. Los lloros y gritos de los prisioneros se han calmado finalmente por miedo a ser degollados como aquel desafortunado que, creyendo actuar como un héroe, se enfrentó a dos de los tripulantes una vez a bordo, sin éxito. Escapar de estar prisión flotante es claramente imposible, más sin armas y con niños a bordo.

Una vez en tierra, el capitán se encargará de las negociaciones con el Imperio Rociliano. De llegar a pagar este último el rescate acordado, muchos, no todos, serán devueltos a sus familias, pues los muertos no pueden ser resucitados. De no llegar a satisfacer sus exigencias, los rehenes serán vendidos en el mercado de esclavos de Olienzo, donde compradores estarán dispuestos a gastarse fortunas por piel nueva. Los hombres serán enviados principalmente al sur como mano de obra, mientras las mujeres serán despojadas de la poca dignidad que les quede.

Escondido entre barriles de la bodega, se me hace cada vez más difícil dar parte de los acontecimientos. Cada momento puede ser el último, pues no hay honor entre piratas. Sigo sin pruebas concluyentes de una Alianza entre los Reinos Perios y el capitán para debilitar al Imperio Rociliano. Acercarse al camarote del capitán, o al cargamento de la Santabárbara, está fuera de lugar para todo aquel que no pertenezca a los hombres más leales de la tripulación. Obtendré más detalles llegados a buen puerto.

Hasta entonces, dada la falta de instrucciones directas, mantendré un perfil bajo que me siga permitiendo ver los rayos dorados del sol sobre las olas del mar y no debajo de ellas.

martes, 6 de diciembre de 2016

Para Navarro: Juegos de Rol

Para Navarro: Juegos de Rol



Reventado, el mago entró en la taberna y se dirigió a la barra. Después de pedir una jarra de hidromiel, estudió con detenimiento su túnica. Tela no de segunda, sino de tercera calidad, ya rasgada, era todo lo que había podido permitirse hasta el momento.

Suspiró.

Junto a él se sentó un alto elfo de brillantes ropajes. Pelo liso y rubio, sin una mota de polvo en la ropa que no fuese por unas manchas de barro en las botas debido a los charcos lodosos del exterior, era la misma imagen de la perfección. Este ser, al igual que él minutos antes, dejó su arco a un lado y se dispuso a pedir un vaso de vino de la región.

Contempló al mago con cierta lástima. Este último habló finalmente.

—Nuestro amo es muy cruel.

El elfo, sin cambiar rasgo alguno de su rostro, le contestó.

—Digamos que más bien desafortunado en el juego.

—¿Desafortunado? —preguntó el lanzador de hechizos con cierta ironía—. ¡Mírate y mírame! ¡Servimos al mismo jugador y mira qué diferencia! Mi turno: saca un dos con los dados, me caigo al suelo preparando un hechizo, los ladrones se aprovechan, me pegan una paliza, me roban el dinero, la ropa, y tengo que regresar a la ciudad en un barril.

Hizo una pausa breve para pegarle un sorbo a su jarra.

—Tu turno: Un seis. No solo matas al jefe de los bandidos con una flecha en la frente, sino que encuentras el tesoro que tenían oculto y decides regalar la mitad a los huérfanos que ahora te veneran como a un dios. ¡¿Dónde está la igualdad?! ¡¿Por qué ya eres nivel 12 cuando yo no he alcanzado ni el 8?!

El elfo le dio una palmada en la espalda.

—Dale tiempo y verás. Con tiempo seguro que la suerte vendrá a ti y perfeccionarás tus habilidades.

—Ya, bueno, mientras sea algo más potente que esta chispita del tres al cuarto para iluminar mazmorras… de las que salgo herido de todas maneras…

Sintió cómo la hidromiel empezaba a hacer efecto en su organismo. Era lo que necesitaba.

—He pensado en algo —afirmó de repente a unas orejas élficas siempre receptivas.

—Sorpréndeme.

—Control de líquidos.

—¿Control de qué?

—Líquidos. Fluidos. Material acuoso —especificó—. Si soy capaz de controlar líquidos, cambiar sus temperaturas a mi antojo, sería capaz de hacer hervir la sangre. Sería capaz de explotar el cuerpo de un ser vivo literalmente. ¡Sería genial! ¡Solo necesitaría unos puntos más de experiencia, nada más! ¡Sería imparable!

El elfo sonrió. Se alegró de que su compañero recuperase el entusiasmo necesario para seguir adelante. Además… por mucha, o poca suerte, que tuviese su amo a la hora de jugar a los dados, la culpa no recaía únicamente sobre él.

El máster. Ese ser omnisciente que controlaba todas las acciones de cada personaje. Él era la cara oculta detrás de todas las esquinas de cada aventura. La gran amenaza. Pero… ¿qué podían hacer contra él o para favorecer sus futuros? No lo sabía… y eso le carcomía.

Dejó su vino rojo sangre sobre la barra. Tanto pensar en aquella criatura omnipresente le hacía volverse paranoico. De todos modos, hiciese lo que hiciese, no cambiaría nada. Necesitaba cambiar de aires, buscar aventuras diferentes… tal vez en el Norte… donde las montañas heladas.

Una idea surgió entonces en su mente. Se dirigió al mago encorvado junto a él.

—¿Te dice irte de viaje?

—¿Adónde? —gruñó el segundo—. No tengo ni dinero para la posada.

—Ya te invito yo, pero no nos descarrillemos.

Se aclaró la voz.

—Hay un hombre, un guerrero, que recluta a aventureros como nosotros para misiones épicas. Dicen que es un enviado directo de él.

Y con él se refería obviamente al todopoderoso máster.

—Con que movamos los hilos adecuados, podríamos favorecer nuestros destinos considerablemente.

—Sabes que eso de trabajar para enchufados…

—Nada de eso. Parece ser que su fama no es resultado de sus amistades o amo, sino de sus propias acciones. Un héroe hecho y derecho. Podría servirte para ganar el par de punto de experiencia que te faltan.

El mago se quedó pensativo.

—¿Y eso héroe tuyo… tiene nombre?

—Nórdic. Se llama Nórdic.

Agradecimientos

¡Hola de nuevo!

Antes de seguir con nuestras historietas, me gustaría agradeceros, a todos vosotros, el apoyo que me habéis estado dando para que este blog viera la luz. ¡Gracias! XD

Por otra parte, iré poniendo al inicio de cada historia a quien va dirigido cada escrito. En caso de que no queráis indicar vuestro nombre, pondré simplemente Anónimo. Libres sois también de elegir título para vuestros textos.

¡Nos vemos!





sábado, 3 de diciembre de 2016

Para Nikita: Un viaje en metro

Para Nikita: Un viaje en metro





El metro, otra vez. No despreciaba este medio de transporte. Ahora bien, sus idas y venidas, siempre las mismas, siempre tan solitarias, habían transformado esta ciudad de Londres, tierra de nuevas oportunidades, en un desierto sin alma ni vida.

¿Volver a casa? ¿Por qué? Allí, en la no tan lejana España, esperaban su regreso. Creían fervientemente que era un capricho temporal, una tontería de una joven adulta que acabaría por entrar en razón. Después de todo, con el divorcio de los padres y el mal entendimiento con sus hermanos, era cuestión de tiempo que echara a volar.

Sacudió la cabeza y dejó que el gigante de las profundidades la arrastrara con él hasta su ya tan obvio destino.

¿Irse a Francia? ¿a Bélgica? Otro lugar, otras personas que la escucharían y la comprenderían. Aquí, en esta capital mundial, únicamente circulaban sementales en busca de presas fáciles de unas noches sin futuros contactos. Estaba cansada de eso. Estaba cansada de todo.

—Me siento perdida.

—Ya lo creo que lo estás.

Desde el fondo de la vagoneta, un joven erguido la miraba con unos ojos color escarlata. No fue hasta ese momento cuando se percató de que, aparte de ellos dos, el transporte había sido vaciado por arte de magia o, más bien, como si la tierra se hubiese tragado a todos los pasajeros.

—¿Qué está pasando?

El joven misterioso se acercó en silencio hasta situarse a su izquierda. Alto, piel ligeramente bronceada, habría simulado ser humano de no ser por esos iris que quemaban.

—He aquí el metro de las almas perdidas. No se detendrá, no parará, hasta que pongas algo de orden en tus ideas.

—Quiero bajar.

—Y yo un aumento de salario —le respondió con una sonrisa maliciosa—. Ponte cómoda. Me da que esto va para largo.

La chica se giró de bruces hacia él.

—¡Te he dicho que quiero…!

Nadie. El joven había desaparecido. Alrededor de ella, el decorado pasaba a alta velocidad sin nuestra protagonista ser capaz de discernir detalle alguno. Si abría una puerta ahora, la que fuera, si acaso fuera posible, se mataría en la caída. Tenía que haber otra solución.

Pensó inmediatamente en el maquinista. Aun así, por más que quisiese haberle cantado las cuarenta para que parase el endemoniado vehículo y liberarse, no le quedó otra que aguantarse las ganas ante una puerta cerrada, sin rastro de actividad humana al otro lado.

—¿Hola? ¡Ayuda!

Nada. Terminó por sentarse en una de las banquetas, exhausta y asustada.

¿Qué iba a ser de ella ahora? ¿Se quedaría encerrada de por vida? ¿Quién notaría su desaparición? ¿La buscarían?

Escondió la cabeza entre sus manos. Allí, las primeras lágrimas brotaron. ¿Por qué? ¿Por qué a ella? Era buena persona. Ayudaba a los demás. Pero ahí estaba, encerrada, al igual que el peor de los convictos. De todas maneras, de llegar a salir, lo que la esperaba no era tan alentador. Un trabajo de mierda, un piso compartido con gente a quien no le importaba, la compra que hacer, las justificaciones a su padre que dar…

—Estoy cansada.

—No, no lo estás.

Sentado junto a ella, el joven esperaba con los brazos y piernas cruzadas. Ni que hubiese estado allí todo el tiempo.

—Cansada es haber luchado toda una vida para poder salir adelante. Luchar por alguien, luchar por algo… No lloriquear ante la primera dificultad que se plante ante nosotros.

—¿Y tú qué sabrás? —le preguntó con veneno en una voz aún llorona.

—Bastante, la verdad.

El joven misterioso se levantó.

—Llevo de encargado de esta línea desde hace años y, antes de eso, trabajaba en embarcaciones en el puerto de Barcelona. Ni te imaginas la de gente que he visto pasar.

La joven lo estudió detenidamente.

—¿Qué eres tú?

—Lo que soy no importa. En cambio, tú, sí. —Se arrodilló junto a ella—. Viniste aquí, a esta ciudad, con un propósito. ¿Cuál era?

La muchacha se frotó los ojos, indiferente al maquillaje ya de por sí estropeado.

—No lo sé.

—Sí que lo sabes. —Le tocó la rodilla—. Piensa.

Y pensó.

—No quería estar en mi casa.

—¿Por qué?

—¡Porqué no me sentía cómoda allí! —añadió ella sin miedo a gritar. —Me sentía atada. Todo era para el beneficio de los demás, de mis hermanos… No me gustaba la gente. No me gustaba el ambiente.

—¿Y huir es la mejor solución?

¿Huir?

—No he huíd…

—Sí que lo has hecho. Como de los trabajos que empiezas y en los que te rindes nada más comenzar. Huyes de las relaciones que parecen serias para hundirte en las de poca monta y de fácil escapada. Huyes de ti misma y eso, tu cuerpo, lo nota. ¿Acaso no te lo dicen esos dolores de estómago que nunca se callan? ¿Acaso no te lo repite tu padre al teléfono cuando solo espera que su hija se estabilice y deje de saltar de agujero en agujero? ¡Deja de huir y hazle frente a tus miedos!

Intentó defenderse.

—Pero…

—¿Pero qué? ¿Es que no estás harta de salir lastimada? ¿Por qué viniste a Londres? ¿Por qué aquí y no en otro lugar?

—¡Porqué aquí podía ser libre!

La velocidad del transporte fue disminuyendo progresivamente. En el rostro del joven se vislumbraba la misma sonrisa maliciosa que minutos antes.

—¿Ves? No era tan difícil. Elegiste Londres porque querías conocer a personas de diferentes nacionalidades y culturas, envolverte con ellas. Trabajas en lo que trabajas para pagarte en un futuro tu carrera de periodismo sin depender de nadie. Elegiste estos compañeros de piso porque no metían las narices en tus asuntos, al contrario de anteriores malas experiencias. Tuviste un novio excesivamente celoso, por lo que ahora no quieres rendirte a los pies del primero de turno.

Tomó una breve pausa.

Esto, todo esto, no es más que el inicio de un gran futuro. El inicio de lo que tú entiendes por libertad. Elegiste este camino porque piensas mejor sin que alguien te estrese detrás. Y, admítelo, siempre tienes a alguien para ir a tomar unas copas contigo cuando lo necesitas. ¿No es así?

—Sí… —respondió en un susurro.

—No pierdas de vista tu objetivo. No transformes tu sueño en una pesadilla.

El metro se detuvo. Aquel que tan imponente había parecido en un inicio prosiguió con una voz cálida y alentadora.

—Ahora sal allí y cómete el mundo. Poco a poco, pero a paso seguro.

Las puertas se abrieron. En un pestañeo, el compartimento que tan vacío pareció haber estado se llenó de extraños de diferentes procedencias.

Todavía impactada, nuestra protagonista tuvo que reaccionar a tiempo antes del cierre automático y pasarse de parada.

A salvo en el andén, miró hacia atrás y comprobó cómo el monstruo de acero volvía a las profundidades de los túneles. ¿Un sueño? ¿Tan real? Fuese lo que fuese, la había espabilado lo suficiente para retomar las riendas de su vida.

Su libertad dependía de ella y no había ni un minuto que perder.

¡Bienvenidos a mi blog de escritura!



Sí, lo sé, lo sé. Os estaréis preguntando qué tendrá este blog que no tengan los demás. Muy fácil. Os lo voy a explicar en pocas palabras.

Vamos a crear historias cortas entre todos. No, no os voy a obligar a sacar una pluma y un papel, así como empezar a darle a la sesera. Será algo tan fácil como decirme una palabra, comentarme una idea y yo lo escribiré por y para vosotros. Un cuento de hadas, una carta de amor, una pelea entre gigantes mecánicos…

Ningún tema será tabú. Os animo pues a que participéis. Eso sí, cuanto más concreta sea la idea, más profunda será la historia.

Será la oportunidad perfecta para recrear escenarios con los que siempre habéis soñado y una buena práctica para mí para no perder la mano. ;)

Así que, sin más dilaciones, doy por abierto este blog accesible a todos. No os cortéis a la hora de comentarlo o proponer finales diferentes a los escritos. Después de todo, en la variedad está la belleza de la humanidad.