miércoles, 11 de enero de 2017

Actualización del blog

¡Hola a todos!


¿Cómo habéis pasado las fiestas? ¿Os han dado muchos regalos? No os preocupéis si no es el caso, ya me encargo yo de haceros llegar uno con mucho amor y dedicación. <3

Ahora bien... tenemos que hablar de cosas serias... 

(Momento de tensión)

Estoy con un encargo de traducción bastante gordo (sí, para los que no lo sepáis, soy traductora) y tengo que cumplir, obviamente, con las fechas de entrega. Así que los relatos cortos tendrán que esperar un par de días más.



¡No! ¡No os he olvidado! ¡La lista de peticiones está bien presente en mi mente! Pienso cumplir con cada uno de vosotros. ^^

Si tenéis más ideas, historias cortas que os ronden por la cabeza, comentádmelas por facebook, twitter o directamente por aquí. Compartamos un mundo lleno de creatividad y sin tabúes.


¡Hasta pronto!



miércoles, 4 de enero de 2017

Para Wonkyushipper07: La oscuridad de los ángeles

Para Wonkyushipper07: La oscuridad de los ángeles

*Historia yaoi: contenido homosexual
Wonkyu; cyberpunk; yaoi; boyxboylove; oneshot






Miro a través de la vitrina. Entre la oscuridad de una agencia de viajes cerrada brilla un holograma de manera intermitente. Palmeras, playas de arena blanca, sol trescientos sesenta y cinco días al año… A lo mejor debería jubilarme allí… si no he muerto hasta entonces.

Compruebo la hora. Se está haciendo tarde. En una ciudad donde la única iluminación proviene de los neones publicitarios, las tiendas de mala muerte o los prostíbulos constantemente abiertos… y esta lluvia que nunca se acaba…

Estoy llegando tarde.


***


Las mesas junto al escenario están ocupadas. De todas formas, mi sitio está en la barra, donde el camarero de siempre me servirá el whisky sintético de siempre. No importa. Nada de esto importa en un mundo donde no sabes si serás el próximo en ser elegido por la Parca o si tu casa volará por los aires a la mañana siguiente. Un mundo donde la humanidad tiene más de robot que de animal. Tantos implantes…

Hoy se está retrasando, lo que me da unos minutos más para estudiar a los que me rodean. En la penumbra azulada de las luces artificiales apenas se disciernen los rostros de los allí presentes. No necesito mis ojos para reconocerlos. El jefe del local, siempre pendiente de su negocio, ocupa la mesa contra la pared del fondo. Junto al pilar de la derecha está el encargado de la lavandería del final de la calle. Lava tanto como yo me pongo a regar las plantas artificiales de mi terraza, siendo su negocio pura tapadera de la venta ilegal de «pases a las estrellas», la nueva droga de moda que te lleva directamente allí, a las estrellas. Mientras su nombre no aparezca en mi lista, no tenemos porque vernos las caras, todavía. Por último, aquella que ocupa el taburete más alejado es Mirai, la reina de los placeres ocultos. Por una suma considerable, ella y su nanotecnología cumplen hasta el último de tus deseos. Ojalá mis gustos fuesen tan fáciles de complacer…

Este retraso empieza a ser alarmante. ¿Estará todo en orden allí detrás? ¿Le habrá ocurrido algo?

La música de fondo disminuye finalmente hasta dejar el establecimiento a merced de los susurros de los fantasmas como yo pendientes del espectáculo. Un foco blanco ilumina el escenario y, con él, el rostro tan esperado hace su aparición. Piel de porcelana, traje y corbata, avanza hacia el micro lentamente. Nadie se atreve a romper el silencio sepulcral allí recreado. 

Cierra los ojos. Espera. ¿A qué? Nadie lo sabe… salvo él.

Es entonces cuando las primeras notas empiezan a salir de lo más profundo de su ser. Claras, llenas de sentimiento… El «ángel puro» le llaman. ¿Por qué? Por su voz procedente de los cielos y reencarnada en un cuerpo cien por cien orgánico, un hecho poco común, dado que casi todos los cantantes actuales son retocados por las mismas discográficas o aceptan operaciones por contrato para profundizar sus sonidos, llegar más alto con unas cuerdas vocales artificiales. No mienten. Mi ojo derecho, capaz de detectar implantes y sus fabricantes, no desfigura las curvas de su anatomía. Me dejo llevar pues, suavemente, por las ondas de la canción y los acordes de la música que la acompaña. Cho Kyuhyun, su verdadero nombre, tiene este efecto en mí… y no tengo el menor reparo en admitirlo.

¿Cuándo empezó mi fijación por el cantante? No sabría decirlo. Ocurrió, simplemente. A lo mejor después de un encargo. Para un mercenario como yo, un asesino a sueldo con un mínimo de ética y criterio, medio mecánico, medio de carne y hueso, no existe el paraíso… a menos que Dios mismo sea un robot omnipresente. Sin embargo, él me hace mantener la fe, una fe que cree que sigue existiendo la bondad entre los humanos y que mi trabajo es apartar las manzanas podridas del barril para que no contamine a las demás.

No obstante, algo hoy no llega a cuadrar del todo. ¿Será el leve toque a quebrado de su voz que intenta disimular como puede? ¿Su rostro más pálido de lo normal? ¿La mano que se dirige a su vientre y desaparece al darse cuenta de su acción? ¿Por qué esta canción de amor que tanto he escuchado y vuelto a escuchar suena en mis oídos como un grito de agonía? Algo no anda bien en el cielo donde reside este ángel… y eso me irrita.


***


No sé si lo que estoy haciendo es una buena idea. Regla número uno de mi trabajo: no involucrarse sentimentalmente con quien no quieras que salga herido. Aun así, aquí me tengo, buscando una oportunidad para colarme detrás de las cortinas mientras nadie está mirando, cuestión de esperar al momento concreto de inatención general. No puedo evitarlo. Mi profesión me grita que active todas las alarmas y cumpla con este trabajo por el que no he sido pagado. No puedo evitarlo y no parece importarme… al menos más de lo debido.

La camarera ha dejado caer unos vasos. Es «el» momento. Sin prisa. Mis movimientos no tienen que llamar la atención. Ahora a encontrar los camerinos. ¿Cuál será el suyo? ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por una voz? ¿Una voz que me acompaña adonde voy? ¿Cuando mato? ¿Cuando vago por las calles de esta putrefacta ciudad? ¿Cuando abandono la cama de alguien sin relevancia? Sí… Es motivo suficiente.

No me gusta estar aquí. Demasiadas miradas fijas en mí, excepto la que estoy buscando. Tal vez debería haber esperad… Allí está. Sangre… No necesito acercarme más para detectarlo. Su vientre… Herida externa… pero…

No me ha visto. En vez de ello, atrapa su gabardina y opta, tras ponerse una mascarilla, por salir por la puerta trasera. Parece tener prisa. Huele a problemas y, aun así, no quiero dejarlo marchar por las buenas. Un ángel manchado de sangre… Ni en mis propios sueños. Esta maldita lluvia que no acabará hasta el fin de nuestras existencias…

Consigo seguirle el rastro a paso acelerado. No sospecha que le estoy siguiendo o no le importa. Se detiene en un paso de peatones. Respiración agitada, no espera a que el semáforo se ponga en verde para cruzar. Hunde sus pies en los charcos de la acera. Sigue dándole igual… hasta que lo inevitable acaba ocurriendo. Se mete entre dos edificios, aprieta la mano contra la pared y cae, de rodillas, sobre un suelo mojado indiferente a su estado. Cabeza agachada, no tengo el tiempo de levantarle parcialmente que se me desmaya en las manos. ¿Habrá llegado a ver mi rostro? No lo sé. En cambio, sí sé que no puedo dejarlo aquí. 

¿Qué opciones me quedan?


***


Lo tumbo sobre el sofá. Tiene fiebre, de eso no hay duda. Sin embargo, fue a cantar, como cada noche. ¿Por qué? ¿Su único apego a la vida? ¿El mismísimo contrato? Demasiadas preguntas por el momento cuando las prioridades son otras.

Desabrocho su gabardina con cuidado. En el refugio de mi apartamento puedo obrar sin ojos indeseados al asecho de un ataque por la espalda o comentarios que no vienen a cuento. De todas maneras, ya tendría que ser un enfermo para profanar un cuerpo como este en el estado en el que me lo he encontrado. 

Sangre… otra vez. Rompo la camisa que recubre su pectoral. Unas pequeñas cicatrices se asoman aquí y allá por su piel, mas lo que me preocupa se encuentra unos centímetros más abajo, tapado con una especie de vendaje improvisado.

No lo entiendo. Con el avance de las tecnologías en el campo de la medicina, de la cirugía… El uso del láser para una cicatrización rápida, indolora e incluso capaz de no dejar rastro tras su paso… y no recurrir a ello. ¿Cuestión de dinero? No estoy tan seguro. Su ropa no es precisamente barata. ¿Por qué esconderse?

Extraigo del armario el set de primeros auxilios. Le dejará marca, pero la herida se cerrará. Eso, una jeringuilla de «fictanol» y como nuevo. Ha perdido sangre, pero no tanto como para morir desangrado y ninguno de sus órganos vitales ha sido tocado. Estará débil durante unos días y seguramente no se pueda levantar a la primera, pero tiene suerte de que haya sido yo quien le haya encontrado y no otro. Dudo mucho que cualquiera tenga en su cuarto de baño lo necesario para curar un escuadrón con heridas de tercer grado. 

El pijama le viene un poco grande, pero creo que no le molestará. Protegido bajo el edredón de mi cama parece estar en el lugar al que pertenece, sin malos pensamientos. En mi mente tan solo da la impresión de encajar con el decorado… como si todo hubiese sido preparado con esmero para su llegada. Por otra parte… esa tobillera…

Ya me encargaría de justificar su presencia en mi piso más adelante. «Esa» tobillera era ahora mi prioridad. Típica de los barrios bajeros, suele ser un método de control de los chulos sobre sus mercancías humanas para evitar escapadas indeseadas. Capaces de soltar unas descargas cuya potencia puede llegar a matar a un ser humano, son igualmente una técnica para infundir miedo en las víctimas atrapadas en el círculo de la prostitución. Sin embargo, «esa» era de diferente índole. Más cara… más letal; capaz de pasar desapercibida a radares como el mío. Todo este tiempo sin saberlo me hace odiarme un poco más a mí mismo. Es un poco tarde para las lamentaciones.

—¿A quién perteneces, Kyuhyun? ¿Quién es tu amo? —susurro.

La respuesta no llegará. Está tan sedado que podría explotar un cargamento a su lado y no se enteraría. Mientras tanto, la contestación a mi pregunta no tarda en aparecer en la pantalla de la pared. Alguien me debía un favor y me lo ha devuelto. SM Entertainment… ¿De qué me suena este nombre? ¿Son ellos los que han deformado a este ángel?

Acaricio su frente. Por más brazo mecanizado que tenga no significa que no pueda sentir. Así pues, aparto los mechones mojados de su frente. ¿Cómo pueden hacer eso a un ser tan puro como él? ¿Tan desesperado había estado como para aceptar estas condiciones de vida?

—Tengo trabajo pendiente. Volveré lo antes posible.


***


Se arrastra ante mis pies como tantos otros. La sangre que ya tan bien conozco no está casi presente en la criatura que intenta llegar a su despacho. Junto a él, un robot de uso sexual yace ahora despedazado. Le piso el brazo sin compasión pues si existe un ángel sobre la tierra para curar los corazones terrestres, existe el ángel de la muerte que opera a través de mis manos. Para este tipo de monstruos solo existe el frío del más allá.

—El código de desactivación.

—¡Vete a la mierda!

Me escupe como puede sobre los zapatos. Ni me inmuto.

—El código de desactivación.

—Sé quién eres, Choi Siwon… Yo mismo te contraté hará unos años. Sal por esa puerta y olvidaré lo que ha ocurrido aquí y ahora. Si no, no habrá lugar en este mundo donde podrás esconderte.

—Los ángeles viven en el cielo, un sitio donde la escoria como tú no irá jamás.

Tose.

—¿Y tú sí? ¿Acaso no te has visto?

Disparo al conector de su pierna izquierda. Grita de dolor, pero nadie sigue vivo en estas instalaciones para oírlo y acudir en su auxilio.

—El código de desactivación.

Entre gemido y gemido empieza a comprender que no estoy aquí para amenazarle. Es consciente de que su vida está en juego, pero no parece captar todos los detalles. Eso le altera y asusta. ¿Por qué a él? ¿Por qué morir por este motivo cuando podría perfectamente haberle chantajeado para obtener lo que quería?

—¿Tanto te importa ese putón? ¿Sabes por cuánto lo compré? Colega, no vale la pena. Te lo aseguro. Estás perdiendo tu tiempo. ¿Quieres su código de desactivación? Te lo daré… pero déjame vivir.

No espero.

—¿Dónde está?

El archivador. Tercer cajón. Contraseña 1013.

No encuentro solo lo que buscaba. Allí, entre otros casos abiertos de posiblemente otros artistas para mí desconocidos, una carpeta, en formato papel, imposible de hackear, contiene toda la información respecto al joven que ahora yace en mi cama. Sus motivos… sus sacrificios… su apego a la música…

Desenfundo nuevamente el arma y me dirijo hacia aquel que ha conseguido alcanzar la pata de unos de los sillones allí colocados estratégicamente.

—¡Eh! ¡Eh! —me exclama—. ¡Acordamos que me dejarías vivir!

—¿Acordamos? —Levanto inconscientemente una ceja—. No. No hemos acordado nada.

Me arrodillo junto a él.

—Es posible que esto vaya en contra de la ética que tanto reivindico, pero… Por una vez en mi vida, sé que mataré por alguien que vale realmente la pena… aunque sea lo último que haga… 

Me aparto.

—Dulces sueños.

Un solo disparo. Silencio.

Un nuevo cuerpo yace ante mí, inerte. No sé si esto ha sido una buena decisión. No sé si nada de esto ha sido una buena decisión… pero… y siempre pero… el error es humano, ¿no? Ironía aparte, tengo lo que necesito. Lo hecho, hecho está. Soy un asesino y siempre lo seré, porque es lo único que sé hacer. Error o no, es la única manera que conozco para proteger a mis seres queridos, aunque esto los aleje de mí. Aunque esto le aleje de mí. Así es la vida de alguien como yo, a medio paso del desguace. No pude evitarlo… y ya no sé qué es lo que importa salvo el ángel aún dormido bajo mi techo.

Regla número dos de mi trabajo: JAMÁS enamorarse, platónicamente o realmente. El amor hunde el negocio.

No obstante, al regresar junto a él, reconozco que valió la pena el intento. Ahora es libre… y yo desapareceré. Así debe ser. Así siempre debe ser.


***


Llego tarde… otra vez. No he podido evitar volver a mirar las palmeras y la arena fina del holograma de la vitrina de la agencia de viajes. Después de todo, me da la sensación de que aquí fue donde empezó nuestra historia.

Me siento en la barra. Mismo taburete, mismo camarero, mismo whisky. El ambiente sigue igual, cargado con su gente y con esta luz tan tenue y azulada con la que se esconden los fantasmas como yo. El jefe, el vendedor de drogas, la prostituta… Todos están aquí, esperando lo mismo que yo.

Sin embargo, algo ha cambiado.

El ángel puro sale a escena, esta vez a la hora. Está deslumbrante y me es difícil contenerme. Tengo que pasar desapercibido… y lo sabe. Mira hacia mí, me dirige una leve sonrisa y empieza a cantar, suavemente, como cada noche. Recuerdo entonces aquella noche… aquella herida en su vientre… aquella sangre… pero también su despertar. Le dije mi nombre, aunque no debería haberlo hecho. Le conté la verdad, aunque ponía en juego mi propia vida. Se quedó. No se alejó. Era libre y, en cambio, no se movió. Se quedó junto a mí incluso tras haberse curado completamente. No le pedí nada. No me exigió nada, mas, cuando vio mis maletas en la entrada de casa, las agarró con fuerza y las lanzó a la habitación sin decir una sola palabra. Los ángeles se entienden, se comprenden, aunque no sean de la misma clase.

He encargado un colgante. No es precisamente el más bonito, pero es significativo. Un ala metálica… otra no. No sé si me besará o golpeará porque una chatarrilla de estas no está precisamente hecha de aluminio. Qué le voy a hacer… Jamás me jubilaré en un paraíso tropical… pero puedo vivir lo que me queda de tiempo con mi paraíso sobre la tierra.

Da igual la sangre que corra por mis manos, él estará allí para limpiarla. Y yo, sí, yo, estaré allí para escucharle, desde el fondo de la sala, en silencio, con mi whisky sintético con sabor a puro cielo.