sábado, 27 de mayo de 2017

Para Kilimanjaro: Ancient Circus

Para Kilimanjaro: Ancient Circus


(Me pediste una historia de elementales. Aquí la tienes con un toque más modernillo del que seguramente esperabas.)



Marte jugueteó con un par de orbes ígneos en una mano al igual que con esferas chinas antiestrés antes de levantarse y frotar enérgicamente la parte trasera de sus pantalones vaqueros. La hora se acercaba y, por más que hubiese repetido las mismas acciones una y otra vez, seguía sintiendo aquella tensión previa característica de su aparición en la pista.

—Irá todo bien… como siempre —le aseguró Boreal, el maestro de ceremonias reajustándose la corbata del traje. —Es una función como cualquier otra.

El joven respiró hondo. Su mente estaba intranquila, más con el sonido de fondo de mil y una risas, así como de personas hablando a la espera de que empezase el espectáculo.

—¿Y si nos acaban pillando?

Boreal arqueó una ceja.

—¿Pillando? —Una sonrisa maliciosa apareció en sus labios—. Que lo intenten. Sabes de sobra que somos más que capaces de defendernos… ¿o acaso lo dudas?

La confusión seguía presente en la cabeza del más novato del grupo.

—Pero… ¿Y si sospecharan? ¿Y si supieran que el truco no es en realidad… un truco?

El maestro de ceremonia se acercó para susurrarle algo al oído.

—Entonces se acabaría la magia, ¿no?

Se enderezó.

—Nadie quiere que se acabe la magia. Si no, la vida sería muy aburrida. —Le dio una palmada en el hombro—. Hagamos bien nuestro trabajo y todo saldrá bien… ¡y eso vale para ti, Céfiro! ¡Deja de arrancar el musgo del suelo con los dedos y ve a cambiarte! ¡Tienes diez minutos!

Un rostro cadavérico miró desde las sombras al maestro sin mover ni un músculo. De cuclillas en una esquina, se limitaba a frotar el suelo, lentamente, como si su entera existencia se limitase al estudio de las partículas del polvo. Por otro lado, su hermano, Argestes, acudió velozmente para levantarle como pudiese.

—¡Estaremos listos!

El maestro asintió. La ley de protección de animales prohibía o, al menos, fomentaba la desaparición de los seres vivos no humanos en las pistas o números programados. Por más que supiese que Céfiro era excesivamente cariñoso con sus aves de diferentes procedencias, era imposible dejar que entrase en escena con ellas de ahora en adelante. Se tendría que hacer a la idea por las malas.

—Bien. —Se dio la vuelta—. ¿Dónde está Sibila?

—¡Aquí!

—Informe.

—Todas las butacas están vendidas. Las de las diez también. Sigue aumentando el número de personas que reservan por internet. Adamantina se queja de que dejamos entrar demasiadas personas a la vez en su carpa. Eso estresa a sus serpientes. Por último, corren rumores de que la hija del primer ministro está entre el público. ¿Qué hacemos?

El hombre se estiró y enganchó el micrófono a su oído izquierdo.

—Lo que mejor se nos da. Improvisar.

Trompetas y música resonaron con fuerza mientras unas luces multicolores poblaron la arena. Era la hora… la hora de la verdad.

—¡Señoras y señores, con todos ustedes, Boreal!

Silencio. La nada. Una espera incómoda. El presentador se repitió con voz un tanto molesta y avergonzada.

—¡Señoras y señores, el gran Boreal!

Silencio nuevamente. Espera. Intriga. ¿Había ocurrido algo? ¿Era una espera programada? ¿Por qué no ocurría nada? En vez de ello, tanto música como luces empezaron a desvanecerse poco a poco, dejando al público casi en la penumbra. Con una incomodidad completamente palpable, los allí presentes empezaron a cuchichear entre ellos. ¿Estaban seguros en ese lugar cerrado? Con tanto atentado últimamente…

Una luz verdosa empezó a hacer su aparición en el centro de la pista. Más silencio. Más tensión.

Lentamente, unos rasgos mejor dibujados se definieron… unos colores más intensos se expusieron… Un frescor suave empezó a enfriar a los espectadores. Era como… irónicamente hablando, estar allá… a lo lejos… en aquellas tierras tan al norte… contemplando los esplendores de una verdadera aurora boreal.

Una voz se hizo paso a través de la ilusión.

—La magia nos rodea. Hace parte de nosotros. Vivimos, soñamos, amamos con ella. Hoy, aquí, esta noche, os invitamos a todos a verle la cara… para que no olvidéis que, mientras sigáis creyendo en ella… ella nunca os defraudará.

Boreal salió tranquilamente de aquella gigante llamarada esmeralda.

—Bienvenidos… a Ancient Circus.

Los aplausos se sumaron y redoblaron. Unos silbidos, más al fondo, mostraron el entusiasmo y la euforia de los más excitables. Numerosos eran los teléfonos que podían ser vistos grabando la función. No les importaba. Al menos así, tras una máscara, podían ser lo que de verdad eran sin esconderse. Mostrar sus talentos… sus esencias… y nadie los dañaría.

—La magia… como estaba diciendo… hace parte de nosotros —repitió el maestro de ceremonias—. Sin embargo, ¿qué es la magia exactamente? ¿De qué está compuesta? ¿Cómo la podemos materializar? —Hizo una breve pausa—. Emprendí un largo viaje en busca de respuestas… ¿y sabéis lo que encontré?

Estiró la mano de la cual salió el fantasma de una rosa azulada que se desvaneció al poco tiempo. Sonrió.

Os lo mostraré. ¡Así que… sin más preámbulos, os invito a mirar al cielo y dar la bienvenida a los Ícaros!

Dos seres celestiales se manifestaron entonces acariciados por una tenue luz blanca… mas no era cómo dicha luz hacía brillar la purpurina de sus maquillajes lo que llamaba la atención, sino las angelicales alas que salían de sus espaldas para realizar una entrada por todo lo alto. Céfiro y Argestes, Argestes y Céfiro… los hijos del viento.

No… Ancient Circus no era un circo como los demás. Sus trapecistas no eran verdaderos trapecistas ni sus escapistas verdaderos escapistas. Eran sin más… ellos mismos… elementales… disfrutando de la exhibición de sus dones naturales. Fuego, viento, agua, tierra… allí reunidos… en familia… para el goce visual de los más pequeños. Allí podían ser ellos mismos sin llevar trajes ni corbatas, sin tener que adaptarse a horarios de camareras o a las obligaciones de un bombero. Era cierto que, posiblemente, malgastaran sus poderes en el negocio del entretenimiento… pero la humanidad no estaba preparada para sus existencias tan poco comunes. Lejos de laboratorios, lejos de interrogatorios y normativas… libres de viajar.

Permitían así pues que terceros observasen los dragones de fuego de Tiamat, el tragafuegos, el equilibrismo imposible de Gaia sobre estructuras de tierra y piedra que ella misma recreaba en sus momentos libres… los malabarismos llenos de chispas de Marte, su joven promesa… Payasos, volatineros, acróbatas… sin olvidar el castillo de hielo de Freya o la jungla de serpientes de Adamantina en carpas exteriores. Todos ellos bajo un mismo techo… para una noche mágica… en un lugar mágico.








sábado, 6 de mayo de 2017

¡Grandes noticias!

¡Grandes noticias!


¡Aloha a todos!

Sí... han sido casi dos meses muy largos sin publicar historietas... pero qué le vamos a hacer. La vida se resume a más de un blog y, os lo aseguro, he estado bien ocupada. ;)

¡Una buena noticia! ¡Estoy negociando con una editorial la publicación del tercer libro! Os iré diciendo qué según vaya llegando la información. Mientras tanto, si no me veis por aquí es porque estoy ocupada, entre otras «múltiples cosas» con el cuarto manuscrito. Ya tengo unas cincuenta páginas, así que no es hora de dejar mi proyecto principal a medias.

Un beso a todos y, no lo olvidéis, podéis contactarme cuando queráis por facebook, twitter o aquí mismo. 

¡Buen fin de semana!




Para Azazel: Os doy mi pésame

Para Azazel: Os doy mi pésame





Heme aquí con unas rosas en las manos. No serán las más bonitas del planeta, pero son las que me puedo permitir. Heme aquí con unas rosas delante de una tumba, aunque, visto lo bien, está vacía… o de momento. Qué extraño… y… a la vez… no…

Me siento en un banco no mucho más lejos. Como era de imaginar, el cementerio está casi vacío, repleto de cientos de flores artificiales más bonitas que las mías. Bajo la mirada. Reflexiono. Es verdad. ¿Quién, en su sano juicio, vendría a llorar a los difuntos si ni siquiera es capaz de mantenerse de pie? Los supervivientes… y ni eso… porque sí, el mundo está enfermo… y es una pena.

Regreso a casa arrastrando los pies. No sé qué hacer. Da igual lo que haga, no parece que esté acertando con mis acciones. Yo que creía… haber estado haciendo el bien, ser solidario con los demás… mostrar interés hacia los demás. Ayudarles…

Tiro las rosas a la basura y enciendo la tele. Seis, siete, ocho minutos de publicidad. Cremas faciales… el coche más potente… el mejor test de embarazo… y programas más manipulados que mi comida supuestamente vegana, sin gluten, sin lactosa, sin gracia. Decido apagarla. Me froto los ojos… y nada.

El teléfono vibra en mi bolsillo. Lleva así todo el día… ¿y para qué? No lo sé. Algo de un grupo de chat, una salida de fiesta a la que no asistí, un viaje al que no iré, planes que no consideraré. Tengo la impresión de que las amistades que me quedan, si es que me quedan, me utilizan para desahogarse de sus propias miserias. Hoy es un día fúnebre y no estoy de humor para eso.

No quiero que la música me engañe… ni que un baño caliente me reconforte. Quiero gritar… llorar… quejarme de todo lo que me rodea, de todo lo que los demás piensen y hagan… pero… ¿Cuál sería la diferencia? ¿No me haría eso ser… como ellos?

Cojo el portátil de mi habitación con rabia y lo estampo contra la pared. No estoy contento ni lo estaré. No cuando siga teniendo que poner en un post de mi perfil mi estado emocional para que alguien me llame y me pida de ir a tomar un café… No en un mundo donde mis imágenes retocadas con photoshop muestren que necesito yo ayuda… que alguien se interese por mí sin que tenga que rogar para que me hagan caso, ya que… creo que mis palabras han perdido el valor que tenían desde hace mucho.

Desconecto la tele, quito la batería a mi móvil y me divierto lanzando las piezas separadas por la ventana. No quiero incendiar la tienda de al lado para que la gente se fije en mí, ni grabar mi culo desnudo y subirlo a internet para tener likes de unos desconocidos que me olvidarán en menos de un día. Así no. Nunca. Jamás.

Esa tumba… Esa tumba está vacía porque aún no es mi momento y lo sé… pero quiero que sepáis, sí, vosotros, que me hacéis sentir cada día como si fuese el último… y quiero que lo interioricéis.

No, no soy gay… ni transexual. No, no soy vegetariano, ni feminista radical, ni partidario de una política en particular. No iré a votar porque no me interesa, ni mataré para captar la atención que tanto ansío. Soy yo. Solo yo… y no, no estoy loco. Vivo en el planeta en el que me obligaron a vivir… y no me estoy muriendo de cáncer ni tengo síndrome de Down. Ni famoso, ni drogadicto… ni un ángel, ni un monstruo. Solo… yo…

Vosotros… todos vosotros… ya sé que tenéis vuestros propios problemas… vuestras propias familias de las que cuidar… pero me siento solo en este mundo donde tantas puertas están abiertas… y más aún cerradas… y eso os da igual.

Así que hoy, mañana, pasado mañana, os seguiré dando mi pésame… porque me habéis condenado antes ni siquiera de conocerme… y os odio por ello… a todos y cada uno. Os odio… y eso no hace de mí un emo. Hace de mí un humano… en un mundo de robots sin alma ni corazón. 

Os habéis vendido al mejor postor. No vengáis llorando más tarde. No más rosas… no más yo. Artificiales sois y artificiales permaneceréis… como las flores de unas tumbas que pronto ocuparéis.